FUNDAMENTOS Y PRINCIPIOS
Es un seguro que recupera los valores originales del movimiento asegurador, con la mutualidad como principio rector fundamental, para generar mecanismos de protección colectiva a la sociedad, bajo la premisa de la solidaridad entre las personas, no de la especulación.
El mutualismo se basa en los vínculos de solidaridad que vertebran una comunidad, a través del cual, todos los miembros de esa comunidad asumen conjuntamente a los riesgos individuales que puedan sufrir cada uno de sus miembros. Así, si alguno de sus miembros sufre un daño, todos responden solidariamente para reparar dicho daño.
Una sociedad que se rige por los principios mutualistas es una sociedad que no abandona a sus miembros a su suerte, y articula instrumentos para paliar las adversidades que puedan sufrir sus miembros. Estos instrumentos evitan fracturas sociales entre quienes tienen más suerte y quienes no, y hace de esos instrumentos, los seguros, una herramienta para prevenir la desigualdad.
En relación a sus clientes, los seguros éticos se rigen por la equidad entre el asegurador y el asegurado; la transparencia en toda la información relativa al seguro; y la no discriminación de asegurados por razones de sexo, edad, discapacidad u otras cuestiones de carácter social.
En relación a la sociedad, los seguros éticos son social y ambientalmente responsables, buscando un impacto positivo a través de sus prácticas como de sus políticas de inversión; fomentan el empleo de calidad y la remuneración justa entre sus trabajadores; y son fiscalmente responsables, tributando lo que les corresponde sin realizar maniobras de ingeniería financiera para evitar contribuir al sostén del estado de bienestar.
Los seguros éticos se someten a una auditoría anual externa, que evalúa diferentes aspectos de su gestión y política de inversiones: la responsabilidad con la comunidad y el territorio, promocionando la economía local y colaborando con entidades del entorno; la equidad y la transparencia; la responsabilidad ambiental; la responsabilidad económica, valorando si sus proveedores pertenecen a la economía social, la responsabilidad fiscal, y en qué vuelca sus excedentes económicos; la estructura societaria, analizando si es de propiedad colectiva y con gobernanza democrática; las políticas laborales; la existencia de un comité ético; las prácticas de inversión ética y responsable; y si es usuario de banca ética.
Si el balance final cumple con esos requisitos, la entidad recibe el sello EthSi de Seguros Éticos y Solidarios. Ese sello es el que garantiza a los usuarios que el producto que contratan es un seguro ético.
Todas las entidades aseguradoras mantienen invertidos el dinero de las pólizas de sus clientes hasta que estos necesitan recuperarlo. Esa inversión puede realizarse a través de depósitos en la banca (que a su vez reinvierte el dinero de esos depósitos en otras actividades) o en inversiones directas financiando determinadas actividades.
La inversión socialmente responsable consiste en que, tanto el dinero de las pólizas de los clientes como los propios beneficios de la entidad se dedique solo a actividades que beneficien a la sociedad y al medio ambiente. Es uno de los pilares de los seguros éticos, y va estrechamente unida a la política de transparencia. Al operar a través de la banca ética, queda garantizado que el dinero de los depósitos quedará sometido a una estrecha política de vigilancia e inversión responsable; por otro lado, al hacer público el destino de sus beneficios, la entidad muestra a los clientes a qué sectores presta financiación.
Los consumidores tienen una enorme capacidad de influencia en el modelo social a través de sus decisiones de compra: si compran a una entidad local que respeta los derechos laborales y humanos, estarán contribuyendo al desarrollo económico de su comunidad y a promocionar un trabajo digno; si eligen comprar a una entidad que se asienta lejos de su comunidad y con trabajadores en condiciones precarias, están promoviendo justo lo contrario.
Si algo nos está demostrando el siglo XXI, es que los grandes problemas que nos acucian son colectivos, y la solución sólo puede venir de la toma de conciencia sobre el origen de esos problemas, y de un abordaje colectivo de los mismos. Una crisis económica sin precedentes desde la Gran Depresión, una pandemia, una nueva guerra en Europa, una crisis de escasez de combustibles fósiles, y la cada vez urgente más acuciante crisis ecológica, han puesto en evidencia que el modelo económico imperante no es sostenible. Ante una situación tan apremiante, no sólo es importante hacer las cosas bien; es imprescindible posicionarse y crear redes que nos permitan ese abordaje colectivo al problema.
IMPACTO POSITIVO INDIVIDUAL Y COLECTIVO
Una de las primeras ventajas que perciben los asegurados cuando dan el paso de cambiar al seguro ético es la transparencia: todas las cláusulas están en un lenguaje claro y comprensible, las coberturas, condicionantes y exclusiones se muestran remarcadas, y no se oculta ninguna información. Esta ventaja se percibe aún más claramente cuando el cliente necesita hacer uso de su seguro, y le evita toda clase de sorpresas desagradables. Muchas personas que llegan al seguro ético lo hacen tras haber sufrido una mala gestión o haberse sentido engañados por los seguros tradicionales.
Esto nos lleva a la siguiente ventaja percibida: la gestión y resolución adecuada de los siniestros que puede sufrir el asegurado, por parte de un profesional que le atiende personalmente. Sin máquinas ni call-centers externos.
La tercera ventaja para el asegurado es económica: por un lado, el profesional busca el seguro que mejor se adapte a las necesidades del cliente, con las coberturas justas que necesita, lo que garantiza tanto el ahorro a corto como a largo plazo; por otro, la compra colectiva de seguros le garantiza un precio más ajustado que el que obtendría negociando de forma individual.
Por último, el cliente puede tener la certeza de que está contratando un producto con una entidad que comparte sus mismos valores.
El impacto social de una entidad aseguradora se produce a través de dos vías: a través su trabajo, facilitando que otras entidades con impacto social positivo tengan acceso a los seguros que necesitan para desarrollar su labor en condiciones ventajosas, ahorrando costes que pueden repercutir en proyectos; y a través de la inversión socialmente responsable.
La mayoría de las actividades que causan más daño a nivel social o ambiental no podrían realizarse sin que una entidad aseguradora respaldase económicamente ese riesgo. En el lado opuesto, las entidades que realizan actividades beneficiosas para las comunidades en las que se asientan (como las empresas de reinserción laboral o las dedicadas a la recuperación ambiental) tampoco podrían llevar a cabo su actividad sin que una aseguradora les respalde. Las entidades del sector financiero, tanto la banca como los seguros (y los consumidores a través de ellos), tienen un enorme poder a la hora de influir en el modelo económico y social.
Todos formamos parte de un ecosistema, ambiental, económico y social, donde todas las partes se necesitan las unas a las otras para funcionar. Para nosotros eso es un valor, no una debilidad: si hay algo que está sobradamente demostrado es que cooperar es más eficiente que competir. Por eso hemos tejido una red de alianzas con otras entidades con las que colaboramos a diferentes niveles.
Nuestro ámbito más inmediato es el sector asegurador. Por eso, para fortalecer la posición del mutualismo asegurador, Seryes y Arç Cooperativa se unieron para crear juntas Proyecto CAES, una entidad para la promoción del seguro ético y solidario.
A través de Proyecto CAES, formamos parte de la Mesa de las Finanzas Éticas, junto a Fiare Banca Ética, Coop57, OikoCredit y FETS, donde generamos sinergias y ámbitos de cooperación para fomentar las finanzas éticas entre la ciudadanía.
Y, en el contexto más amplio de la Economía Social, colaboramos con entidades que impulsan un cambio en el modelo productivo como Reas Red, Mercado Social y Sannas, y otras que impulsan la cooperación en diferentes ámbitos como FECOMA, CAIS, Isonorte, FRAVM o FAECTA.
La actividad de una entidad aseguradora siempre tiene un impacto en el lugar en el que se ubica, y en las personas y entidades a las que asegura. Una entidad ética devolverá parte del beneficio que obtenga de su actividad en la comunidad a la propia comunidad.
Esto se realiza, naturalmente, pagando los impuestos que le corresponden en el propio territorio donde lleva a cabo la mayor parte de su actividad, pero también invirtiendo en el territorio, participando en redes locales de economía social y cooperativa, obteniendo los bienes y servicios que precisa para realizar su actividad de otras entidades asentadas en el mismo territorio.
IMPACTO POSITIVO INDIVIDUAL Y COLECTIVO
Una de las primeras ventajas que perciben los asegurados cuando dan el paso de cambiar al seguro ético es la transparencia: todas las cláusulas están en un lenguaje claro y comprensible, las coberturas, condicionantes y exclusiones se muestran remarcadas, y no se oculta ninguna información. Esta ventaja se percibe aún más claramente cuando el cliente necesita hacer uso de su seguro, y le evita toda clase de sorpresas desagradables. Muchas personas que llegan al seguro ético lo hacen tras haber sufrido una mala gestión o haberse sentido engañados por los seguros tradicionales.
Esto nos lleva a la siguiente ventaja percibida: la gestión y resolución adecuada de los siniestros que puede sufrir el asegurado, por parte de un profesional que le atiende personalmente. Sin máquinas ni call-centers externos.
La tercera ventaja para el asegurado es económica: por un lado, el profesional busca el seguro que mejor se adapte a las necesidades del cliente, con las coberturas justas que necesita, lo que garantiza tanto el ahorro a corto como a largo plazo; por otro, la compra colectiva de seguros le garantiza un precio más ajustado que el que obtendría negociando de forma individual.
Por último, el cliente puede tener la certeza de que está contratando un producto con una entidad que comparte sus mismos valores.
El impacto social de una entidad aseguradora se produce a través de dos vías: a través su trabajo, facilitando que otras entidades con impacto social positivo tengan acceso a los seguros que necesitan para desarrollar su labor en condiciones ventajosas, ahorrando costes que pueden repercutir en proyectos; y a través de la inversión socialmente responsable.
La mayoría de las actividades que causan más daño a nivel social o ambiental no podrían realizarse sin que una entidad aseguradora respaldase económicamente ese riesgo. En el lado opuesto, las entidades que realizan actividades beneficiosas para las comunidades en las que se asientan (como las empresas de reinserción laboral o las dedicadas a la recuperación ambiental) tampoco podrían llevar a cabo su actividad sin que una aseguradora les respalde. Las entidades del sector financiero, tanto la banca como los seguros (y los consumidores a través de ellos), tienen un enorme poder a la hora de influir en el modelo económico y social.
Todos formamos parte de un ecosistema, ambiental, económico y social, donde todas las partes se necesitan las unas a las otras para funcionar. Para nosotros eso es un valor, no una debilidad: si hay algo que está sobradamente demostrado es que cooperar es más eficiente que competir. Por eso hemos tejido una red de alianzas con otras entidades con las que colaboramos a diferentes niveles.
Nuestro ámbito más inmediato es el sector asegurador. Por eso, para fortalecer la posición del mutualismo asegurador, Seryes y Arç Cooperativa se unieron para crear juntas Proyecto CAES, una entidad para la promoción del seguro ético y solidario.
A través de Proyecto CAES, formamos parte de la Mesa de las Finanzas Éticas, junto a Fiare Banca Ética, Coop57, OikoCredit y FETS, donde generamos sinergias y ámbitos de cooperación para fomentar las finanzas éticas entre la ciudadanía.
Y, en el contexto más amplio de la Economía Social, colaboramos con entidades que impulsan un cambio en el modelo productivo como Reas Red, Mercado Social y Sannas, y otras que impulsan la cooperación en diferentes ámbitos como FECOMA, CAIS, Isonorte, FRAVM o FAECTA.
La actividad de una entidad aseguradora siempre tiene un impacto en el lugar en el que se ubica, y en las personas y entidades a las que asegura. Una entidad ética devolverá parte del beneficio que obtenga de su actividad en la comunidad a la propia comunidad.
Esto se realiza, naturalmente, pagando los impuestos que le corresponden en el propio territorio donde lleva a cabo la mayor parte de su actividad, pero también invirtiendo en el territorio, participando en redes locales de economía social y cooperativa, obteniendo los bienes y servicios que precisa para realizar su actividad de otras entidades asentadas en el mismo territorio.